Por razones del cuidado del medioambiente, la Iglesia católica empieza a ponerse a la cabeza del cuestionamiento de ONG y un porción de los pobladores a una obra que permitirá convertir en miles de millones de dólares anuales parte de la enorme riqueza del emblemático yacimiento de Vaca Muerta. Los obispos patagónicos le están apuntando a un oleoducto que atravesará la meseta patagónica de Río Negro hasta un puerto a construirse al sur de la provincia que posibilitaría obtener por la exportación del petróleo 15 mil millones de dólares anuales, tres veces más que lo actual.
En el marco del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), en el que tantas esperanzas tiene puesto el Gobierno, y liderado por YPF, el proyecto -denominado Vaca Muerta Sur- demandará una inversión de 2.500 millones de dólares. Actualmente, el oleoducto -que tendrá una extensión de casi 600 km- se encuentra en las etapas de licitación y se estima inaugurar en el segundo semestre de 2026, permitiendo en los próximos tres años multiplicar por 2,5 veces la capacidad de evacuación de petróleo y creando un nuevo polo exportador de crudo.
Durante la manifestación de fe más concurrida de la Patagonia, la peregrinación anual a la localidad rionegrina de Chimpay -donde nació el beato Ceferino Namuncurá-, el obispo del Alto Valle, Alejando Benna, fue severo. Acompañado por los obispos de Viedma, Esteban Laxague, y de Bariloche, Juan Carlos Ares, dijo que les pedimos a quienes “no les importa el cuidado de la tierra, los proyectos que hipotecan el agua y la tierra (…), que escuchen a la gente y haya un diálogo transparente, no audiencias públicas que son obras de teatro con actores pagos”.
A su vez, el obispo de Rawson, Roberto Alvarez -pese a estar en Chubut-, también expresó su preocupación porque “compartimos con la provincia colindante el Golfo San Matías que, aunque en menor proporción, sus aguas bañan nuestras costas y el Golfo San José”. Considera que “es pertinente preguntarnos si (la obra) no perjudicaría algunos ecosistemas propios de nuestro mar territorial y otros que compartidos con ellos, incluso si incidiría en la Península de Valdez, que es considerada Patrimonio de la Humanidad”.
En una carta dirigida al gobernador de Chubut, Ignacio Torres; al vicegobernador, Gustavo Menna; al Procurador General, Jorge Miquelarena, y a los legisladores provinciales, Alvarez, dice que decidió escribirla luego de “haber escuchado múltiples actores sociales que me expresaron su preocupación”.
Señala que su “único objetivo es ayudar a los poderes del Estado provincial a preguntarse sobre la responsabilidad que les competería en el debate de este asunto tan delicado para el medioambiente” y si llegara a ser necesaria su intervención.
El obispo les pregunta a las autoridades en la misiva: “¿Están ustedes seguros que no incidirá en el asentamiento del Pingüino de Magallanes que es tan vulnerable a los derrames de petróleo? ¿Y en la repoblación de la ballena Franca Austral, antes diezmada por la caza y que ha elegido el golfo para reproducirse?"
“¿Qué sucederá -añade- con las principales actividades económicas de las comunidades locales, como son las pesquerías artesanales, el turismo orientado a la pesca deportiva, el buceo y el avistaje de fauna marina, si el tráfico de barcos camba los hábitos de las especies o de los derrames que se suceden?”.
Aclara que “en ninguna de mis formulaciones intento asentar posturas científicas; tampoco me mueve ningún posicionamiento ideológico. Es sólo mi preocupación ciudadana a la que se le suma la carga de ser obispo que tiene el oficio pastoral sobre esa zona de la provincia de Chubut”.
Fuente: Clarín